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Apuestas deportivas, un problema entre nuestros jóvenes.

Se han convertido en la segunda causa de tratamiento por adicción al juego en España. La práctica de apuestas deportivas online está plenamente consolidada en nuestro país. El número de jugadores que operan a través de la red se ha duplicado en el último año, y con ello, los casos de dependencia a esta nueva forma de juegos de azar.

En 2016, en España, el 5,1% de la población adulta (el equivalente a 1,8 millones de personas) probó suerte con este tipo de apuestas, frente al 3,8% registrado en 2015. Los jugadores son en su mayoría hombres (el 9,1% respecto al 1,1% de mujeres), jóvenes (más de la mitad tiene menos de 35 años), muchos de ellos universitarios, y de todos los grupos sociales. Cada uno se gasta de media 243 euros anuales en una industria que sólo en el 2016 destinó 98 millones a fines publicitarios y de promoción.

Todos los que entran y prueban, están expuestos al riesgo de engancharse al juego online. Creen haber encontrado una forma fácil de ganar dinero mientras ven jugar a su equipo. Empiezan apostando pequeñas cantidades y terminan perdiendo el control. Jugar es anónimo y existen un sinfín de modalidades a las que apostar: futbol, baloncesto, tenis…incluso deportes que desconocen. El acceso es sencillo y las tentaciones continúas. Los anuncios asaltan las pantallas de los usuarios a cada clic, la publicidad bombardea constantemente, en cualquier página de internet, en redes sociales, en las retrasmisiones de partidos e incluso en los carteles publicitarios de los campos de futbol, hasta los propios deportistas son imagen de muchas de las casas de apuestas.

¿Por qué enganchan los juegos online?

La razón principal de su poder es que reúnen una serie de características que le dan un potencial adictivo mucho más rápido e intenso que cualquier otra modalidad de juego presencial.

– Te permite jugar en solitario.
– La brevedad del tiempo transcurrido entre la apuesta y el resultado que actúa como refuerzo inmediato.
– La posibilidad de jugar una apuesta de baja cuantía.
– La facilidad que supone hacerlo a través de cualquier dispositivo y con disponibilidad las 24 horas.
– Proporciona privacidad. Tú sólo, frente al ordenador, o con la discreción que ofrecen las aplicaciones descargadas en el móvil, sin la preocupación de qué pensarán las personas que están alrededor.

Aunque no se puede ni mucho menos afirmar que todos aquellos que se inician en las apuestas deportivas acaban convirtiéndose en ludópatas, lo cierto es que según los expertos, el 2,5% de los que empiezan a jugar terminan desarrollando una adicción. Hay ciertos factores que predisponen a una persona a desarrollar una conducta adictiva, entre ellas, aquellas con marcado carácter impulsivo, a las que les gustan las sensaciones fuertes o que en líneas generales tienen tendencia a probar nuevas experiencias. Así mismo, son más propensas a desarrollar este trastorno quienes tienen un exceso de tiempo libre o presentan cierto vacío emocional.

Las pequeñas cantidades de dinero que apuestan al principio, van acompañadas de una falsa sensación de seguridad “puedo dejar el juego cuando quiera”. Cada apuesta ganada supone un subidón emocional. Más del 40% de los usuarios que se inician en las apuestas deportivas, limitan la cantidad de dinero que pueden apostar, como una forma de ponerse restricciones y utilizar factores externos que ejerzan de control. Sin embargo, más de la mitad de ellos y en cuestión de pocos meses, terminan por no respetarla, gastando así cantidades más altas de las inicialmente establecidas. Sin apenas darse cuenta, se meten en un círculo vicioso. En cada apuesta se juegan más dinero y las pérdidas son cada vez mayores. Viven pendientes del teléfono móvil, esperando los resultados. Su humor cambia constantemente, convirtiéndose en unos dependientes emocionales de sus propias apuestas. Se vuelven retraídos, aislándose en una habitación durante largos periodos de tiempo. El rendimiento académico o laboral, disminuye considerablemente. Se inician con cantidades insignificantes y terminan gastando el sueldo, las pagas en caso de tenerlas e incluso acaban cogiendo dinero de los familiares con los que viven. Entran en una espiral de mentiras para cubrir sus propias actuaciones, evitar las discusiones en casa, o negar el problema que tienen.

¿Afición o adicción?

Podemos definir como afición, la práctica de juegos de azar como forma de entretenimiento y diversión, en la que el jugador participa de forma moderada y puntual, disfrutando la experiencia del juego sin asumir grandes riesgos. Esta es la práctica habitual de la población general que no genera problemas personales.

Por otro lado, El DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, cuarta edición), recoge el juego patológico como un trastorno que figura entre las adicciones de tipo comportamental y consiste principalmente en la pérdida de control en relación al juego, experiencia subjetiva de malestar y dependencia psicológica que se manifiesta a través de:

– Craving: deseo, ansia o pulsión irresistible a apostar.
– Modificación del estado de ánimo: sensación creciente de tensión antes de apostar.
– Placer, alivio o incluso euforia mientras se mantiene la conducta de juego.
– Agitación o irritabilidad si no es posible satisfacer la conducta de juego.
– Pérdida de control e impotencia.

 

¿Por qué resulta difícil dejar de jugar?

Inicialmente, no quieren darse cuenta de que empiezan a tener un problema. Les gusta, les da algo de dinero y obtienen alguna recompensa. Se justifican y se engañan lanzándose mensajes como “es sólo para entretenerme”, “lo tengo controlado”, “es una cantidad pequeña de dinero”. Ya están dentro de una espiral y apenas se han dado cuenta. Confunden un pasatiempo con un problema adictivo. Hacen de ello un hábito, una costumbre. Se mienten a sí mismos y niegan el problema afirmando que no lo dejan porque no quieren dejarlo. Miran para otro lado negando la realidad que tienen delante.

Antes de plantearte si realmente tienes un problema y necesitas ayuda profesional, vale la pena pararte a reflexionar. ¿Crees que tienes o has tenido alguna vez problemas con el juego?, ¿Te has sentido alguna vez culpable por jugar o por lo que ocurre cuando juegas?, ¿Has intentado alguna vez dejar de jugar y no has sido capaz de ello?

Aunque la adicción al juego es un trastorno psicológico del que parece muy difícil salir, el 80% de los pacientes consiguen dejarlo. Paradójicamente y aunque la mayoría de las veces no nos demos cuenta, suelen ser los grandes problemas los que tienen solución. En todo este proceso, muchos no piden ayuda hasta que realmente se dejan caer, caer hasta el fondo de ellos mismos. Hasta el final. Sólo cuando han tocado el suelo, empiezan a nadar hacia arriba, tratando de encontrar una salida. El tratamiento para desenganchar a las personas afectadas es largo, entre nueve meses y un año y en él, el paciente pasa por todas las fases propias de una adicción, incluyendo la recaída entre ellas. Se trata de un proceso terapéutico lento y costoso, con continuos avances y retrocesos, que constantemente recuerda que en muchas ocasiones hay que pagar peajes para llegar a los sitios. Es necesario tener claro que en el camino hacia la desintoxicación, al igual que en el de la vida, constantemente hay cosas acabando y empezando, pero sobre todo, es imprescindible tener siempre presente que hay ciertos principios que valen el precio de un final.

El secreto de los Turpin

Psicólogos en Gijón

Barrio de Perris, situado al sureste de Los Ángeles, California. Un modesto chalet, con una pequeña parcela, en el que vive el matrimonio formado por David y Louise Turpin con sus hijos. Hasta ahí, todo normal. Sin embargo, el domingo 14 de Enero el servicio de emergencias recibe una llamada de una joven de 17 años que dice estar secuestrada en su casa, en el barrio de Perris, junto con sus otros 12 hermanos. Los agentes del departamento del sheriff de Riverside se personaron, a los pocos minutos, en la vivienda familiar donde son recibidos por el matrimonio. Al iniciar una conversación con ellos, y a pesar de la oscuridad que había en la casa, los agentes se percataron de la presencia de otros 12 niños, algunos de ellos encadenados, cubiertos por una nube maloliente y en evidente estado de desnutrición. En un principio y teniendo en cuenta el aspecto físico de las personas encontradas, la policía intuía que eran menores de edad, sin embargo y tras varias comprobaciones, descubren que siete de ellos eran mayores de 18 años y se movían en una franja que oscila entre la mayoría de edad y los 29 años. Sin ir más lejos, la propia niña que alertó a la policía, presentaba un aspecto aniñado y demacrado, no superior a los 10 años, siendo su edad real de 17.

Los padres, la pareja formada por David Turpin y su esposa Louise, de 57 y 49 años respectivamente, han sido detenidos bajo cargos de tortura y con una fianza fijada en 9 millones de euros por cada uno de sus hijos. Por su parte, los servicios de protección infantil, han iniciado una investigación.

Ninguno de sus vecinos dio nunca la voz de alarma. No se oían llantos, ni ruidos extraños o fenómenos fuera de lo normal, a pesar de que no eran una familia al uso. Nunca salían a jugar al jardín, estaban muy pálidos y con su mirada parecían querer hacerse invisibles. En las redes sociales, el matrimonio tenía su propio perfil, en el que daban imagen de familia perfecta y pareja feliz.  Hasta los propios familiares se muestran conmocionados con la noticia ya que según ellos mismo declaran “siempre pensamos que estaban viviendo la vida perfecta, nos decía que iban a Disneyland o a Las Vegas”.

Los menores, recibían educación en casa, en la escuela creada por su propio padre y para la que el estado concedió permiso de apertura en el año 2014. De esta forma, alejaron a los hijos del entorno escolar normalizado, del control de profesores y de la posibilidad de crear una red de amigos. La educación que les impartían sus padres era muy estricta y profundamente religiosa, obligándoles a memorizar largos pasajes de la Biblia.

Esta noticia, abre muchos interrogantes, recordándonos además, a otras historias similares. ¿Qué lleva a unos padres a secuestrar a sus propios hijos? ¿Qué esconde la personalidad de este matrimonio? ¿Cómo se puede esconder esta situación durante tantos años? ¿Cómo se encuentran psicológicamente estos jóvenes? ¿Hasta qué punto la infancia y adolescencia traumática que han vivido, marcará su historia futura? ¿Con qué secuelas tendrán que convivir? El debate está servido.

Ni una menos.

Psicólogos en Gijón

En 1999, la ONU declaró el  25 de noviembre como Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Sin embargo, Latinoamérica ya conmemoraba esta fecha desde hacía 37 años (1981), en honor a  Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, tres hermanas asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo, del que eran opositoras. Con motivo de este hecho, y desde el año 1999, en el mes de Noviembre, el mundo entero sale a la calle a defender una causa considerada de todos.

El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad cifra en 916 las mujeres asesinadas desde 2003 en España por los hombres con los que habían mantenido una relación de pareja. Las estadísticas reflejan además, que menos de la mitad de ellas habían denunciado antes al hombre que las estaban maltratando. En lo que llevamos de 2017, se cuentan 45 feminicidios, mientras que ocho niños han sido asesinados en este contexto de violencia de género sobre sus madres y otros 24 se han quedado huérfanos por los mismos delitos.

El pasado sábado, miles de lazos morados llenaron las calles de más de 50 ciudades españolas para mostrar su rechazo a la violencia de género y reivindicar que se garantice la protección de las mujeres además de pedir que se reconozca los hechos y a las víctimas.

“Juntas somos más fuertes”, “Si duele no es amor”, “Nos queremos vivas, libres y rebeldes”, “Ni una menos”, son algunos de los carteles y pancartas que se han podido ver en distintas  manifestaciones de todo el país. Concretamente en Madrid, la protesta terminó con un manifiesto que incluía una lista de peticiones,  entre otras, que los políticos “se comprometan realmente en la prevención y la erradicación de las violencias de género”.

Bajo el eslogan “No me pidas que denuncie, pídeme que no me maten”, se pone de relieve la urgente necesidad de incidir, desde la infancia temprana, sobre la educación por la igualdad. Precisamente, este ha sido uno de los asuntos rescatados por los grupos políticos que respaldaron el pasado septiembre un pacto de Estado para erradicar la violencia machista con más de 200 medidas.

Con motivo de este día centenares de medios de comunicación coparon sus portadas para dar voz a esta causa, sin embargo, las estadísticas nos siguen recordando que aún nos queda mucho trabajo por hacer, un gran camino que recorrer. El día 25 de noviembre, está grabado en nuestras mentes como un día de reivindicación, un día de lucha;  una lucha que quizás ya habían empezado  las hermanas Mirabal hace ahora 57 años.

Como controlar un ataque de pánico

Psicólogos en Gijón

Los ataques de pánico o crisis de ansiedad son períodos en los que se padece, de una manera súbita, temporal y aislada, un intenso miedo o temor acompañado de gran malestar, y que posee una duración variable: de minutos a horas. Generalmente aparecen de manera inesperada, y pueden alcanzar su máxima intensidad en unos 10 minutos. Los ataques de pánico se manifiestan como episodios que irrumpen  inesperadamente sin causa aparente y se acompañan de síntomas asociados al miedo, tales como, taquicardia, dificultad respiratoria, mareos e inestabilidad, sudoración o náuseas. Estos síntomas suelen ir acompañados de pensamientos que te hacen creer que estás al borde de la muerte, a punto de desmayarte o de volverte loco.

Si estás leyendo este artículo y te sientes identificado, la buena noticia es que nada de lo que temes pasará, la mala es que sufres de ataques de pánico, un problema cada día más extendido y que requiere en muchos casos de ayuda psicológica para poder superarlos. A modo de resumen, aquí te dejamos algunas pautas útiles para manejar la situación, una vez que los síntomas hayan comenzado.

  • Inicialmente, es fundamental ser consciente de lo que está pasando. Comprender que lo que estás viviendo es una reacción exagerada ante un estímulo del medio te permitirá reducir un poco el nivel de ansiedad.
  • El segundo paso consiste en centrar tu atención en las sensaciones que estás experimentando, sin dejar de llevarte por ellas. Aunque sean realmente desagradables, es importante que recuerdes que no son peligrosas. Cuanto más te asustes, más se intensifican las reacciones fisiológicas.
  • Ahora céntrate en tu respiración, y trata de concentrarte para respirar con normalidad. Toma el aire suavemente por la nariz y expúlsalo muy lentamente por la boca, no respires deprisa, eso sólo conseguirá producirte una “hiperventilación”, lo que aumentará los síntomas de ansiedad. Respirar tranquilamente le envía una señal a nuestro cerebro de que estamos a salvo, mientras que respirar deprisa es una señal de alarma.
  • El cuarto paso consiste en hacerse consciente de los pensamientos catastrofistas e irracionales, esos que nos recuerdan que vamos a morirnos, perder el control o volvernos locos. El objetivo de este paso es intentar sustituirlos por otros más adecuados a la realidad y que tengan una connotación más positiva. Un ejemplo de ello sería “estas palpitaciones que siento no significan que vaya a darme un ataque al corazón, las he experimentado más veces y son fruto de la ansiedad. Mi corazón está sano y fuerte”. Recuerda que para hacer correctamente este ejercicio, es necesario practicar mucho.
  • Si llegado a este punto, has conseguido que los síntomas remitan ligeramente y empiezas a sentirte mejor, es el momento de pensar en una actividad relajante y placentera. Esto te ayudará a controlar la ansiedad con mayor rapidez y te calmará.

Por último, recuerda que si llevas más de un mes sufriendo ataques de pánico es el momento de acudir a un profesional. Cuanto antes le pongas remedio más fácil y rápido será superar la ansiedad. En el Centro Psicológico Patricia Prendes, te enseñamos  métodos adecuados para controlar la respiración de manera más eficaz y técnicas para detener los pensamientos negativos. No olvides que los ataques de pánico son fáciles de controlar con la ayuda adecuada.

26 de octubre, Día del Daño Cerebral Adquirido

Psicólogos en Gijón

Hoy, 26 de octubre, se celebra el día del Daño Cerebral Adquirido (DCA). Precisamente por este motivo, la plataforma por el DCA ha lanzado una campaña con el objetivo de sensibilizar a la población sobre esta «pandemia silenciosa» que ya padecen en España cerca de 400.000 personas y que transforma radicalmente la vida de quien lo padece e inevitablemente, también la de sus familias.

El Daño Cerebral Adquirido (DCA) es la afectación de las estructuras cerebrales en personas que, habiendo nacido sin ningún tipo de daño cerebral, sufren en un momento posterior de su vida, lesiones que llevan a una afectación del funcionamiento cognitivo, emocional, conductual y/o físico. Entre los orígenes más frecuentes figuran los ictus, traumatismos craneoencefálicos, tumores cerebrales y otras causas de carácter infeccioso.

Hablando de cifras, y de acuerdo con el informe realizado en 2015 por la Federación Española de Daño Cerebral  (FEDACE), cada año se dan 104.701; de ellos,  99.284 por accidentes cerebrovasculares, 4.937 por Traumatismos Craneoencefálicos y 481 por anoxias. Las consecuencias  llegan a ser devastadoras,  pudiendo afectar a todas las áreas del funcionamiento del ser humano. Los déficits encontrados  dependerán del tipo de lesión, la localización y severidad inicial de la misma, así como de características propias de cada paciente como la edad, personalidad o capacidades previas a la lesión.

Desde el año 2007 la Plataforma Española por el Daño Cerebral Adquirido  trabaja por la mejora de las condiciones de vida de las personas con DCA y sus familiares, poniendo en común los conocimientos y aptitudes de las entidades que la componen para realizar acciones encaminadas a concienciar a la sociedad civil de la situación en la que vive este colectivo en nuestro país.

Desde nuestro Centro Psicológico y con motivo de ser hoy la fecha que conmemora el día del Daño Cerebral  Adquirido, queremos resaltar la importancia de realizar con posterioridad a la lesión una Evaluación Neuropsicológica detallada que nos permita conocer los déficits encontrados en cada paciente.  Usando esa información, y una vez establecido el perfil neuropsicológico del caso, diseñaremos un  programa de rehabilitación sobre el que trabajar con el fin de disminuir y manejar las dificultades resultantes del daño sufrido, así como su impacto en la vida cotidiana.

Dejar atrás el Síndrome Postvacacional

Psicólogos en Gijón

Hemos inaugurado el mes de Octubre, y por muy tarde que hayas cogido las vacaciones, es más que probable que todos vosotros ya os hayáis tenido que enfrentar a la vuelta al trabajo.

Al incorporarnos a nuestras obligaciones, ya sean laborales o académicas, seguro que más de uno ha sufrido algún episodio de estrés o ha padecido cambios de humor repentinos llegando incluso a encontrarse anímicamente triste. Es lo que vulgarmente se conoce como síndrome postvacacional, y aunque por supuesto no está aceptado como enfermedad, genera malestar evidente en aquellas personas que lo sufren.

Si eres de los que la padecen y  aún no termina de aceptar que las vacaciones se han terminado, te dejamos algunos consejos prácticas que te ayudarán a reengancharte a la rutina:

  • Generar pensamientos con connotaciones positivas

Una de las claves más importantes es cómo afrontemos la incorporación al trabajo.  Resulta fundamental no ver la vuelta a la oficina como un castigo y para ello podemos tratar de buscar pensamientos positivos asociados a ella como por ejemplo pensar que es el medio para conseguir tener unas próximas vacaciones igual o mejor que las pasadas.  Además, tampoco debemos olvidar que el trabajo aporta un sentimiento de identidad y utilidad a las personas. En palabras del filósofo Karl Marx “el trabajo dignifica al hombre”.

  • Busca una nueva actividad

Como si de un año nuevo se tratase, la vuelta al trabajo se puede vivir como el inicio de una etapa llena de nuevos propósitos o intenciones, por lo que es el momento idóneo para hacer aquello que uno desee. Iniciar una rutina de ejercicio, aprender un idioma extranjero, pintar, tocar un instrumento, hacer fotografías…. cualquier actividad que podamos integrar en la rutina semanal es buena, siempre que nos aporte ilusión. Ese pequeño espacio semanal reservado a aquello que a uno le gusta es una forma de no tener que esperar a que lleguen ni las vacaciones ni el fin de semana para disfrutar de nuestro tiempo.

  • Fíjate un objetivo concreto.

Ya sea laboral o personal. Fíjate metas concretas que te motiven, siempre conectadas a la realidad, asequibles y a corto plazo, para evitar la frustración.

  • Prohibido pensar en pasado

De nada sirve ocupar nuestra mente con recuerdos de las vacaciones o con algunas opciones que ya no son factibles.  Evita caer en errores comunes como tener de fondo de pantalla en el ordenador la imagen de alguna de las playas o destinos en los que hayas estado.

  • Cuídate durmiendo y comiendo bien.

Respetar los tiempos de descanso en este periodo de readaptación a la rutina, así como la alimentación y el sueño son clave indispensable para una vuelta saludable al trabajo. No hace falta ponerse a dieta, tan solo procurar comer sano, y dormir las horas reglamentarias. Así podremos minimizar el cansancio físico derivado del día a día y conseguiremos adaptarnos más pronto que tarde al ritmo laboral.

Bullying ¿Cómo actuar?

Psicólogos en Gijón

Los niños y los jóvenes desarrollan y establecen una red compleja de relaciones en los entornos en los que interactúan; estos son el familiar, el social y el escolar. Estas relaciones son positivas si contribuyen a que crezcan como personas y se hagan cada vez más fuertes, pero cuando en ellas ocurren situaciones de violencia que llevan al aislamiento, a la soledad y al temor, las posibilidades de crecimiento cambian.

En los últimos años padres y profesores han dirigido su preocupación a la violencia escolar. Y es que existen diferentes maneras de intimidar o de agredir en el colegio. No sólo se trata de las peleas; también hay violencia cuando se crean rumores o comentarios que atentan contra la dignidad de alguien, cuando se excluye del grupo o se hacen gestos para apartar a una persona y eso la lleva a alejarse y no sentirse bien en el colegio; cuando los niños o jóvenes usan herramientas de Internet como, Facebook, Instagram u otros para publicar mensajes denigrantes, chismes etc.

Cada vez es más frecuente encontrarse  en las aulas casos de bulying. Normalmente este tipo de acoso se empieza a ver en los cursos de primaria, pero es ya en la etapa infantil cuando debe comenzar la prevención. La intervención por parte de los padres en un caso de acoso escolar es crucial, sin embargo se requiere de la participación de los profesionales de la educación para abordarlo.

¿Cómo podemos detectarlo?

Es habitual que las víctimas sufran tanto miedo o vergüenza que no se atrevan a contarlo en casa. Podemos observar ciertas pautas que pueden ser las señales de que algo no marcha bien:

  • No quiere ir al colegio y finge enfermedades o malestar para evitar ir a clase.
  • Siempre sale el último del colegio y espera para hacerlo solo. Ha cambiado sus rutas habituales de casa a la escuela y viceversa.
  • Se le nota triste, no habla mucho y tiene cambios de humor. Puede mostrar ira o rabia de forma repentina.
  • Tiene pesadillas, pérdida de apetito o náuseas y está nervioso constantemente.
  • Su rendimiento académico ha disminuido considerablemente sin ninguna razón aparente.

¿Cómo podemos enfrentarlo?

En el caso de que los padres sospechen que su hijo es una víctima de bullying es sumamente importante establecer un canal de comunicación y de confianza para que el niño se sienta cómodo al hablar, sin olvidarse de mantener la calma y demostrar determinación y positivismo. Hay que ponerse en contacto con el profesor del colegio y con la dirección para alertar al centro de lo que ocurre y pedir su cooperación para solucionarlo. En muchos de los casos es necesaria la intervención de un psicólogo que participe activamente en el proceso.

Ni contigo, ni sin ti.

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Estamos en febrero, por excelencia, el mes del amor. Una simple ojeada al calendario es suficiente para que todos, o casi todos, caigamos en la cuenta de que el día 14 hay algo que conmemorar. Las personas, la sociedad en general, somos muy dadas a hacer este tipo de cosas.  Seleccionamos un día y lo marcamos como distintivo, con la intención de que sea él quien nos recuerde lo que en realidad nosotros no deberíamos olvidar.  Precisamente en la línea de hacernos recordar,  y a propósito de ese día, podemos utilizar febrero como un pretexto para hacer balance de nuestra relación de pareja, del significado del verbo amor y de la palabra amar.

La rutina, el día a día de una pareja y la cotidianidad son capaces de enmascarar temporalmente realidades que poco a poco afloran. Nunca es mala idea pararse y reflexionar: ¿Tenemos más discusiones que buenos momentos? ¿Nos separan más cosas de las que nos unen? ¿Sigue existiendo aquello que nos enamoró? ¿Cumple mi relación las expectativas que tengo de una vida en pareja? ¿Encaja esta persona en mi proyecto futuro? ¿Tengo la convicción de querer compartir con él/ella el resto de mis días? Contestando a estas preguntas, y a otras muchas que podemos hacernos, no es extraño generar en nosotros sensaciones de duda al caer en ciertas contradicciones; me gusta, pero no me llena; le quiero, pero no me hace feliz. Dudar, experimentar sensaciones de duda, es una característica intrínsecamente humana. Desgranando su significado, podríamos decir que la palabra duda expresa vacilación o falta de determinación ante varias posibilidades de elección o dicho más vulgarmente, dudar no es otra cosa que no estar seguro de aquello de lo que se duda. No necesariamente es algo malo, de hecho puede ser incluso todo lo contrario. Grandes avances o grandes cambios han surgido inicialmente de una mente que se atrevió a dudar, ejemplo de ello es Descartes y su duda metódica. Pero, ¿Y aplicado al amor? Seguramente dentro de este contexto, muchos de vosotros habréis oído alguna vez aquello de “si dudas es que no”. Son muchos los autores que se han pronunciado acerca de esto; Khalil Gibran afirmaba en su sabiduría: “El amor y la duda jamás se han llevado bien” o más directo y a la cabeza “si dudas de que le quieres, no le quieres”.

Las parejas tienen su propio ciclo vital, evolucionan y pasan por diferentes etapas, al igual que los individuos que la integran. Cuando comienza una relación somos uno, no hay resquicios ni diferencias. En esta etapa simbiótica nadie quiere romper el globo rosa. Todo nos parece bien. Después surgen, inevitablemente, las primeras decepciones; el otro no es tan alma gemela, lo bajamos del pedestal y él nos baja a nosotros. Se acabó el mundo rosa. Para las parejas sólidas, éste es un proceso gradual, donde se valoran las diferencias y las similitudes, se redescubre el gusto por los espacios propios y se aprende a negociar y pactar. Las parejas ni contigo ni sin ti, se atascan en este punto.

Muchas veces nos cuesta admitir que nos hemos equivocado, nos cuesta aceptar que eso que tenemos delante de los ojos no es aquello con lo que algún día soñamos. Puede que haya muchas cosas que nos mantengan apegados a la relación, puede que existan incluso vínculos que no nos atrevemos a romper, pero ¿de qué sirve vivir eternamente con la esperanza de que esa persona se convierta en lo que nosotros queremos que sea? Podemos autoengañarnos, podemos posponer la decisión a mañana, podemos esperar que de nuevo luzca el sol; claro que podemos y seguramente lo haremos, pero mientras tanto, mientras dudas, grábate a fuego una frase firmada por Buda: “tres cosas no pueden ser ocultadas por mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad”.

Problemas con familiares: cómo afrontarlos.

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Personas egoístas, que solo piensan en sí mismas, que nos manipulan y juegan con nuestras emociones. Todos tenemos a alguien en nuestro entorno con estas características, un hecho que puede afectar notablemente a nuestra calidad de vida. Pero, ¿qué pasa cuando nos unen a ella lazos familiares? ¿Qué ocurre cuando esa persona es nuestra madre o nuestro hermano?

La familia es uno de los escenarios más comunes en los que se vienen a dar las relaciones tóxicas, siendo  esta situación más dura que en otros contextos porque no se pueden eludir. Es una obviedad que resulta más fácil poner punto y final a la relación con tu pareja o tu amigo que hacerlo con un familiar cercano. La familia nos viene impuesta y no podemos elegirla, lo que implica aceptar el hecho de que aunque somos personas independientes y plurales, hay ciertas normas a las que estamos sujetos debido a nuestro papel dentro del núcleo familiar.

En el Centro Psicológico Patricia Prendes, llevamos tiempo ayudando a las personas a tratar de solucionar estos problemas.  Por medio de la Terapia Familiar buscamos soluciones al conflicto, aumentando el respeto de cada miembro como individuo y  favoreciendo la compresión mutua, propiciando, si es necesario, apoyo emocional. Desarrollamos actividades de cohesión familiar y estrategias de comunicación eficaz, todas ellas encaminadas a mejorar el funcionamiento de la familia como grupo y el de cada miembro de manera individual.

Fruto de la experiencia, conocemos la importancia de poner en marcha unos principios que aunque parezcan obvios, no siempre los aplicamos. Hacer frente a conflictos familiares es un proceso duro y emocionalmente costoso, pero si  te sientes capaz de poder gestionar esta situación, aquí te dejamos algunas claves:

  1. Ponernos en el lugar del otro: empatía.

Esto no significa que nos sometamos a sus deseos y tengamos que ceder cuando no quereros hacerlo pero sí implica mantener una disposición a escuchar y considerar lo que nos tienen que decir. Es importante que nos preparemos para aceptar la posibilidad de no llegar a un acuerdo sobre lo que nos estamos pidiendo. En este caso, debe existir un pacto de respeto al desacuerdo para facilitar la convivencia. Esto es: tú quieres algo que no es compatible con lo que yo deseo, aceptémoslo y sigamos.

  1. Respetar la intimidad, el espacio y el tiempo de cada relación.

En este sentido debemos aceptar que el “No” sea la respuesta y conseguir tolerar la frustración. Se suele decir que donde hay confianza da asco pero esto es algo que no podemos permitir, el exceso de confianza y de intromisión da lugar a los mayores conflictos familiares conocidos.

  1. Ser respetuoso y mantener las formas.

A la hora de cuidar cualquier relación, es muy importante que no digamos lo primero que nos venga a la mente y que le pasemos el filtro de la educación y el respeto. Es probable que una gran parte de nosotros tenga un familiar cercano que se piensa que puede decir todo cuanto le venga a la mente y que sus percepciones y opiniones están por encima de cualquiera. Esto puede crear muchos conflictos por lo que es importante que tomemos distancia en las situaciones y pongamos límites de forma calmada, respondiendo que lo que dice está causando dolor emocional.

  1. Ser asertivos.

Es tan simple como manifestar un “no puedo”, un “no quiero”, un “no estoy de acuerdo”. Es importante sentirse seguro de uno mismo y hacer uso de nuestra capacidad de elección. Además, las palabras que menos puertas cierran son “por favor” y “gracias”. Aunque estemos en familia sigue siendo de gran importancia su uso. Expresamos consideración y amabilidad, pues mostramos respeto por el tiempo y el esfuerzo ante una petición o un favor.

  1. Ser pacientes.

Ser impaciente hace que seamos más impulsivos y, por tanto, tendemos a ser irreflexivos en nuestras decisiones. La capacidad de esperar y de pensar antes de actuar es uno de los principios más importantes que deben guiar nuestras relaciones, en especial las familiares. Puede ocurrir que no podamos solventar las dificultades que acompañan a una agotadora relación familiar tóxica, por lo que a veces se hace inevitable tomar una decisión y asumir consecuencias que pueden ser verdaderamente nefastas para el núcleo familiar. Ante todo, hay que mantener la cordura y valorar mucho la situación, teniendo en cuenta que tenemos un límite mental y físico que no conviene sobrepasar.

Afrontar la Navidad con una silla vacía

Psicólogos en Gijón.

El fallecimiento de un familiar o de un ser querido genera siempre un proceso traumático, que puede ser especialmente complicado en fechas señaladas, como las próximas fiestas navideñas.

La esencia de la Navidad se encuentra en la vida familiar, en el compartir de forma gestual el afecto que nos profesamos, y el gozo de poder estar juntos. Comemos los platos tradicionales, nos hacemos regalos, y organizamos actividades con los pequeños. Pero para aquellos en duelo todos estos momentos despiertan sentimientos de aflicción por la ausencia de la persona fallecida. Más que en ningún otro momento del año, la Navidad es una contradicción: él o ella no están, entonces ¿qué sentido tiene la celebración de estos días?

Desde la experiencia, en el Centro Psicológico Patricia Prendes de Gijón, sabemos que una de las formas más comunes de abordar este conflicto es tratar de suprimir las Navidades. Así, muchas personas desean meterse en la cama, dormirse y despertar en enero, intentando borrar estas fiestas del calendario. También hay otras que deciden hacer algo muy distinto, organizar un viaje a un lugar lejano, rodeados de desconocidos,  donde puedan hacer cosas totalmente diferentes a las habituales. Ambas alternativas proporcionan un alivio inmediato, pero llevan a postergar la recuperación, porque en algún momento tendremos que afrontar una primera Navidad sin ese ser querido y habrá un dolor acumulado.

Otra actitud que adoptan habitualmente las personas en duelo es la de «hacer un esfuerzo» para que el resto de la familia no sufra y todos puedan «sobrellevar» la Navidad.  Tratar de disimular, haciéndose los fuertes, aparentando una normalidad.  Esta máscara obliga a realizar un esfuerzo muy importante, que puede desembocar en la experimentación de mucha tensión y que se traducirá en agotamiento, irritación y ansiedad.

Sabemos que nada volverá a ser como antes pero tú y tu familia podéis empezar a afrontar la vida de una manera distinta. Podéis mantener lo que os ayude en este proceso, eliminar lo que os hace más daño y crear nuevas formas de vivir estas fiestas. ¿Cómo se consigue esto? Te damos unas sugerencias fruto de nuestro trabajos con familias que como tú, han perdido a un ser querido.

  • Haz una reunión familiar antes de que lleguen las fiestas. Sugerimos que participen tanto mayores, como adolescentes y niños. En este encuentro todos deben poder expresar qué sienten, qué necesitan, hablar de sus emociones y de sus deseos. Evidentemente no se podrá hacer todo lo que nos gustaría, habrá cosas que quedarán fuera de nuestro alcance porque aún no estaremos preparados.  Se trata de darnos el tiempo necesario, crear un espacio y unas condiciones que permitan a todos los miembros de la familia afrontar la pérdida de forma conjunta, sin negarla y expresando los sentimientos.
  • Buscar una manera simbólica de recordar a la persona fallecida a lo largo de las fiestas. Se puede utilizar un espacio concreto de la casa en el que colocar alguna fotografía del familiar, recuerdos o una vela. De esta forma se marca claramente un tiempo y un lugar donde poder vivir el dolor y al facilitar la expresión de los sentimientos, esto descargará tensión y nos permitirá disfrutar de otros momentos en familia.
  • Hablad de las cosas que haréis con los niños. Tenedlos en cuenta. Incorporar a los pequeños en todos los rituales de recuerdo. No podéis pasar las fiestas haciendo que nada ha sucedido, que la persona ausente no ha existido nunca o está de viaje.

A los seres humanos nos da miedo hablar de todo lo que es incómodo y nos provoca sufrimiento. Hoy sabemos que no expresar el dolor, lo que llamamos conductas de evitación en el duelo, acarrean consecuencias graves de salud física y mental. Están descritos problemas psicosomáticos, insomnio, trastorno de ansiedad y depresión, problemas de salud, mayor incidencia de cáncer y enfermedades coronarias.

Aunque resulte difícil, desde el Centro Psicológico Patricia Prendes de Gijón, recomendamos dentro de lo posible seguir estas pautas para que, a pesar de todo, podamos disfrutar de lo que tenemos sin olvidarnos de lo que nos falta dándonos a nosotros mismos y a los nuestros la posibilidad de reconstruir una nueva y feliz Navidad.

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CENTRO DE PSICOLOGÍA
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